La 27° conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático que se celebró en Sharm el Sheikh en Egipto el pasado noviembre de 2022 ha sido la sucesora de la anterior, que no estuvo a la altura de sus expectativas. En esta ocasión, como dijo el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres, “la COP27 tiene deberes y muy poco tiempo”. Veremos algunas de las conclusiones y acuerdos allí tratados.
Con la mente siempre puesta en la COP21 de París de 2015, donde se firmó el acuerdo para limitar el calentamiento climático a 2 ºC y donde se incluía la aspiración de limitarlo a 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales, se esperaba alcanzar también el compromiso de lograr cero emisiones para 2050. Sin embargo, las tendencias globales actuales auguran un incremento de hasta 2,4 ºC y Naciones Unidas considera que las emisiones en 2030 serán mayores que en 2010, por lo que se prevén escenarios poco optimistas para la disminución de la temperatura de cara a las décadas que vienen. Especialmente después de que en la COP26 se cambiara la conversación del uso del carbón de “retirada” a “disminución”, que definió bastante bien el tono general de la conferencia. Esta vez se ha pedido a los gobiernos que aceleren los esfuerzos para la eliminación gradual de la energía de carbón y de las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles, apoyando a la vez las energías limpias y las explotaciones no intensivas. Sin embargo, bajo el contexto de la guerra de Ucrania, no se llegó a ningún acuerdo.
Se ha reiterado frenar el calentamiento global, para lo que se estableció un programa de trabajo de mitigación a efectos inmediatos y que continuará hasta 2026, cuando se revisará estudiar su ampliación. El primer inventario mundial celebró su segundo diálogo técnico, y a lo largo de 2023 los países presentarán a la secretaría de ONU Cambio Climático planes climáticos que contemplen los objetivos deliberados.
En cuanto a financiación, en la COP15 de Copenhague en 2009 se prometió un fondo climático de 100.000 millones de dólares anuales para los países en vías desarrollo a partir del año 2020; siendo quizá el objetivo más prometedor de esta edición de la conferencia en la que se ha acordado un fondo para financiar por pérdidas y daños a los países vulnerables afectados por catástrofes climáticas. El objetivo es que los países que más han contribuido a la emisión de gases de efecto invernadero a lo largo de la historia compensen las pérdidas y los daños que el cambio climático ha causado en los países en vías de desarrollo, a los que les afecta a través de fenómenos medioambientales como sequías o la subida del nivel del mar, pero cuyo impacto también es medible en el ámbito económico y social. Aún no se cumple la promesa de este fondo, cuya idea representa un hito histórico en el que se responsabiliza a ciertas naciones de los efectos climáticos sobre otros países más vulnerables. Pero para marzo de 2023 un ‘comité de transición’ se encargará de ponerlo en marcha. El Comité Permanente de Finanzas de la ONU elaborará el informe bienal de progreso sobre el objetivo de los 100 000 millones de dólares a partir de 2024, y los países desarrollados participarán en la segunda reposición del Fondo Verde para el Clima.
El Fondo de Adaptación lanzado en 2007 recibirá 211,58 millones de dólares, el Fondo para los Países Menos Adelantados 70,6 millones, y el Fondo Especial para el Cambio Climático 35 millones. Otra decisión fue la creación del Plan de Implementación de Sharm el Sheij, en el que se insta a invertir a gobiernos, bancos centrales, bancos comerciales, inversores institucionales y otros agentes financieros entre 4 y 6 billones de dólares al año para la transformación global hacia una economía baja en carbono.
En materia de bosques, se ha formado la Alianza de Líderes por los Bosques y el Clima (Forest and Climate Leaders’ Partnership – FCLP), que se reunirá anualmente para rendir cuentas y cuyo objetivo es unir la acción de los 140 países comprometidos en la COP26, las empresas y los líderes comunitarios, para detener la pérdida a nivel global de bosques y el aumento de tierras degradadas para 2030. Ya hay 27 países unidos a la alianza que representan el 33% de los bosques del planeta y suman el 60% del PIB mundial. Las líneas de actuación para los bosques van por combatir la deforestación para la creación de bosques sanos, la conservación de los bosques ya existentes, y el apoyo a las comunidades locales e indígenas potenciando los medios de vida de estas personas que viven y dependen de las masas forestales cercanas para prosperar. No se pierde de vista la biodiversidad como clave para diagnosticar espacios forestales en buen estado.
Se anunció que de los 12.000 millones de dólares aportados en la COP26 para proteger y restaurar los bosques durante el período 2021-2025, ya se han gastado 2.670 millones de dólares, y se esperan otros 4.500 millones de dólares por parte de donantes públicos y privados.
Por su parte, los países en desarrollo están tomando medidas para proteger los bosques en el marco del mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD+). Este esfuerzo permitirá que participen del marco de medición que ya se emplea en muchas partes del mundo, y que posibilita el seguimiento de las medidas de mitigación en el sector forestal.
Con muchas tareas pendientes y poco tiempo disponible, en 2023 se celebrará la COP28 en Emiratos Árabes Unidos.